El garbanzo que se ha sembrado desde siempre en la zona oeste de Madrid ha sido el Castellano, pero este era muy sensible al hongo de la rabia, lo que provocaba grandes pérdidas al agricultor. Este es uno de los motivos por el que se dejó de sembrar.
Ahora, gracias a la ayuda del Imidra y el desarrollo de nuevas variedades como Eulalia, Amelia (dos de las variedades que más han utilizado hasta ahora), Pilar y Lola (dos que probarán el año que viene) el cultivo se está recuperando. La producción media que se ha obtenido dentro de la Asociación en los últimos años es de 50 toneladas anuales (variedad Amelia).
En cuanto a la venta de la producción se ha llegado a comercializar entre 35-40 toneladas.
El cultivo del garbanzo no tiene necesidades muy específicas. Es un cultivo de secano que se adapta muy bien a los suelos de la zona oeste de Madrid y a la sequía, y no necesita abonados especiales.
En la Garbancera Madrileña también tienen en cuenta la conservación de la biodiversidad y el respeto al medio ambiente, evitando usar fitosanitarios y abonos y, normalmente, practicando la rotación de cultivos: han pasado de un monocultivo de cereal seguido de barbecho, a incluir también las leguminosas.
Desde siempre la zona oeste de Madrid ha sido famosa por la calidad excelente de sus garbanzos y ya en los siglos pasados se proveía de ellos a las mejores tiendas y restaurantes de la capital. La excelente calidad es debido a las idóneas condiciones agronómicas de sus tierras de labor para el cultivo de garbanzo, que le proporcionan una finísima textura al paladar.
Se trata de una variedad de garbanzo tipo castellano, de grano medio-pequeño muy apreciada para uso culinario. Variedad muy adaptada a diferentes terrenos, especialmente secanos. La fecha de siembra idónea es durante los meses de enero-febrero. Muy resistente a enfermedades fúngicas importantes como la Rabia o Fusarium, muy apreciado para su uso culinario y con un gran valor nutritivo, aportando un alto contenido en proteínas, fibra e hidratos de carbono. Es un garbanzo que tras su cocción dobla su tamaño, no pierde su piel en este proceso y presenta una untuosidad mantecosa y blanquecina en su interior, lo que lo convierte en ideal para la elaboración del tradicional cocido madrileño. Quizás la mejor manera de describirlo es como expresa un dicho popular “son manteca”.